Oráculo de luna llena

En el centro del paño se coloca una vela encendida de color claro.  Se sugiere formar un triángulo con cristales de protección y orgonitos alrededor de la vela.

Luego se forma un círculo con las cartas comenzando por arriba y avanzando en el sentido de las agujas del reloj.  Las cartas tienen posición en ángulo hacia el centro, es decir que la parte inferior de la carta está alineada con el centro del círculo.  Si la carta queda en posición invertida, la parte superior quedará alineada con el centro del círculo.

Se colocan todas las cartas juntas (boca abajo) con la intención de revelar y sanar el conflicto principal en la vida del consultante, aquello que necesita recibir luz y atención amorosa. 

Primero se comienzan a despejar (revelar) las cartas una por una, en el sentido de las agujas del reloj y se lee el significado de acuerdo a la posición indicada.  Luego se vuelve a leer e interpretar las posiciones enfrentadas, comenzando por abajo:

5/7 = Secreto ignorado / Verdad a liberar

4/8 = Herida sin sanar / Camino de Sanación

3/9 = Miedo profundo / Alas para crecer

2/10 = Puente Roto / Puente a tejer

Orden en el que se le toman las notas para realizar la comparación o contraste.

Una vez que se tiene la interpretación completa, se saca una carta del mazo elegido para Guía Espiritual y se coloca sobre la carta 6 / Refugio seguro.  Esa carta será nuestra protección, guía y ayuda para sanar, iluminar y atender amorosamente nuestra sombra.

Mazos de Tarot sugeridos para las cartas del círculo:

  • Tarot de Susannah
  • Tarot Egipcio
  • Tarot de Marsella
  • Mandalas y Tarot
  • Tarot de la Salvia Blanca

Mazos de cartas sugeridos para pedir Guía Espiritual:

  • Oráculo de la Madre María /Mother Mary Oracle
  • Custodios de la Luz / Keepers of the Light

Finalmente se lee el significado y el mensaje profundo de nuestro/a  Guía Espiritual y se medita sobre cómo proceder durante la próxima semana o 10 días.

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Yo he tenido dos noches seguidas de insomnio de luna llena con inspiración creativa, transmisiones y descargas.

Después de tomar las notas para esta consulta/lectura, realicé mi primera consulta personal antes de las 6 de la mañana, usando el Tarot de Susannah y el Oráculo de la Madre María. El resultado fue profundo y asombrosamente acertado.

Realizaré algunas fotos y clips de vídeos con luz de sol en la tarde para grabar un vídeo y explicar en detalle esta consulta en el canal de YouTube.

También realizaré otra consulta con el Tarot de Marsella para comparar los resultados, pero sin necesidad de verificación, puedo asegurar (por los mensajes recibidos) que la mejor opción es Tarot de Susannah con Oráculo de la Madre María.

Ejemplo de lectura del Oráculo de luna llena con Tarot de Susannah y Oráculo de la Madre María

Ejemplo de lectura del Oráculo de luna llena con Tarot de Marsella y Custodios de la Luz

La Libertad de Escribir

Cuando comencé a escribir, lo hacía porque las emociones se acumulaban en mi pecho como un caudal de agua presa tras los muros de un dique.  Las palabras calladas se convertían en esquirlas que dibujaban en el silencio heridas desconocidas.  Los secretos condenados desbordaban los rincones de un corazón que apenas aprendía a vivir y amar.

Escribía porque con las palabras podía ejercer una libertad que se me había quitado, porque en los versos podía mostrar el verdadero rostro de mi Alma.


¿Por qué durante gran parte de mi vida escribí solo Poesía?

Porque los poemas están tejidos con metáforas y recursos literarios que pocos comprenden.  Porque al leerlos, cada quien interpreta lo que puede: algunos, apenas la métrica y el ruido de las palabras; otros, la perfecta simetría del diseño sobre la hoja y solo unos pocos, apenas un par de iluminados, podrán sentir y vivir el poema en la epidermis de sus corazones.

Por mis venas fluía la tristeza toda de las mujeres que me precedieron, de las poetisas que sufrían el desamor como heroínas de la vida, de los mares de Alfonsina Storni, las rosas de Julia Prilutzky Farny y las alegrías robadas de una niña que fue acunada desde el luto y el llanto de las pérdidas que ganan a cualquier celebración.

Durante muchos años, escribí para alivianar el peso del dolor, para sembrar el océano con mensajes en botellas de cristal azulado, con la esperanza de que alguien al leerlos, atravesara continentes para encontrarme y rescatarme.

Estaba perdida.  Los poemas eran misivas, gritos de auxilio, aullidos de dolor, grafitis en el cielo o sentencias que condenaban mi amor y el desamor de otros.

Escribía poemas porque la poesía, como otras formas del arte, tiene la capacidad de crear belleza sublime con los despojos de un naufragio o las ruinas de una ciudad abandonada.

Durante poco más de cuatro décadas, escribir era el salvoconducto para sobrevivir en un mundo que me rodeaba de hostilidad e incomprensión.

Escribir poemas se había convertido en un lamento estéril que solo imploraba la misericordia de la muerte. 

Desde el lecho de una víctima durmiente, añoraba el beso que despertara mis labios y justificara mi dolor o la pócima que detuviera el latido para ya no sufrir.

Solo otros poetas podían descubrir tras los velos de la poesía, las verdades ahogadas, los deseos jamás susurrados y la intensidad de un amor que no encontraba su cauce.

No por nada, los grandes poetas de la historia han enarbolado banderas de revolución, disfrazadas en las estrofas de un poema.  La estrechez de mente y la cristalización de los corazones inhiben la capacidad de comprender plenamente el mensaje de un poema.

Aún así, como un cuadro, una escultura, una composición musical o una historia de ficción, un poema puede ser apreciado desde diferentes ángulos y la imagen final dependerá del cristal que filtra la mirada y de las emociones que habitan el corazón que lo percibe.

Cuando descubrí y acepté que no habría rescates, que la muerte aún no me llevaría, que nada ni nadie cambiaría allí afuera; que la hostilidad del entorno se alimentaba de mis inseguridades y culpas; que nadie podría amarme lo suficiente, mientras yo rechazara cada faceta de mi Ser que me impedía pertenecer y ser aceptada; entonces comprendí que la sanación solo es posible cuando uno es capaz de desnudarse frente al espejo y frente al papel.

Desde la desnudez del Alma y vulnerabilidad del corazón, aprendí que la prosa (los cuentos y las historias) dibujaba Puentes que podían ser transitados por quienes desconocían la belleza y la poesía en sus vidas, por quienes comenzaban a descubrir, como yo, su propio Sendero de Sanación.

Como dice el Maestro Jodorosky, el arte solo sirve cuando nos conecta con nuestras emociones y nos acompaña a sanar alguna herida.

Escribir Cuentos Terapéuticos y La Posada de los Muertos, fue una manera de bajar la guardia, simplificar el lenguaje y dejar de presumir mi capacidad para esgrimir metáforas que solo unos pocos podían comprender.

Escribir para guardar en cajones archivados los frutos de nuestra creación es apenas un gesto narcisista de quien se cree mejor que aquellos que no saben leer sus escritos.  Es como habitar una gran celda espejada, donde solo convivimos con el reflejo velado de nuestro ego, sin abrir jamás la puerta, sin dibujar una ventana, sin tener un puente, ni emprender un viaje.

Escribir para ser admirado por otros escritores o alabado por poetas contemporáneos, no es más que un intento adolescente por pertenecer y evitar el rechazo de quienes nos desconocen.

Escribir para ser aceptado por una editorial y escalar posiciones en una tabla de estadísticas, es buscar el reconocimiento y la validación de nuestros talentos en personas carentes de capacidad creativa, pero con suficiente habilidad y éxito económico para juzgar el arte literario desde cifras de venta y rédito monetario.


Emprender el camino de la Literatura Independiente es confiar en el poder y la magia de nuestras palabras, en nuestra capacidad para despertar corazones, inspirar Almas perdidas o acariciar alas adormecidas.

Susannah Lorenzo – Escritora Bilingüe y Terapeuta Holística

Una historia, un poema o un cuento escrito desde la vulnerabilidad, crean un espacio de intimidad y contención entre el lector y el escritor; generan un puente que no se mide en kilómetros ni cifras bancarias; dibujan cielos allí donde solo había techos de cemento; siembran mares donde el desierto reinaba y pueblan de luz los rincones olvidados de un corazón maltrecho.

Escribo para sanar y que cuando me leas, sanes.

Escribo para creer y que tú vuelvas a creer al leerme.

Escribo para sentir sin miedo, culpa o vergüenza; para que cuando me leas, te atrevas a sentir del mismo modo.

Escribo para crear, porque cuando creo, vivo, respiro y manifiesto mi latido; y así, mientras me lees, tu mente cree pasadizos, ventanas, puertas, muelles, mundos nuevos y viajes asombrosos.

A veces, escribo desde lo que Soy y Siento.  Otras veces escribo como mensajera que Dios elige para recordarnos su Amor y Sabiduría.

Siempre escribo como un ejercicio de Soberanía personal, como una práctica de meditación, como una manera de sembrar el buen Amor y multiplicar la Luz; pero por sobre todo, como una forma de cultivar la Paz interior.  Ya que solo desde la Paz interior, podemos sostener relaciones sanas con Dios, las personas que nos rodean y el mundo que habitamos.

Susannah Lorenzo© / Tejedora de Puentes

Soledad Lorena© / Tejedora de Palabras

Meherdeep Kaur© / Tejedora de Magia

Para conocer más:

Cómo nacen mis historias: Besos Amarillos

Creo que una de las heridas que más tiempo y dolor me ha llevado sanar es la ruptura del nido antes de tiempo.  Me atrevo a decir, que cada tanto, alguna palabra, algún hecho o alguna ausencia desata emociones de frustración e impotencia.

Cuando llevábamos (mis tres hijos y yo) cuatro años muy malos económicamente en la ciudad de San Rafael, Mendoza, después de un intento fallido de salir del país; de repente no había esfuerzo que alcanzara y nos quedamos sin posibilidad de alquilar: estábamos en la calle.  Pedí y lloré rogando trabajo para el que estaba  sobre calificada pero lo único que conseguí fue que me prestaran un monoambiente amoblado para estar con mis hijos.  Allí enfermé gravemente y perdí el control sobre mis emociones y mi salud.  Una neumonía (la cuarta en mi vida), me había dejado débil y casi no podía trabajar.  Luego nos prestaron un departamento vacío por dos meses más.

Por primera vez en muchos años, envié una carta al padre de mis hijos para reclamar y amenazar por cuotas alimentarias que nunca había pagado. Al principio, aceptó enviar algo de dinero a cambio de ver a mis hijos que ya transitaban la adolescencia temprana.  Viajó para visitarlos y enviaba giros postales con dinero a nombre de ellos, por prejuicio de que yo fuera a derrochar el dinero.  Logramos alquilar una casita donde comencé nuevamente a preparar alumnos y cocinar tartas integrales saladas para vender.

Luego de un par de meses de aportar dinero, envió una carta para decir que no podría seguir enviando dinero pero que les ofrecía vivienda, escuela y comida en su casa (en la provincia de San Juan).

Ya me habían dicho en los juzgados que la única opción que quedaba era hacerle juicio penal por no cumplir con la cuota alimentaria; hubiera sido inútil en ese momento porque nada estaba a su nombre y evitaba recibos de sueldos para no ser embargado. Pero yo estaba muy agotada físicamente, débil de salud y la sola idea de volver a dejar a mis hijos sin techo ni escuela, me aterraba y me frustraba.  No tenía el dinero para un abogado, ni la energía para lidiar nuevamente con juzgados, denuncias y asistentes sociales.

Artist: Emma Uber

Entonces, esgrimí un puñado de mentiras, cargué con todas las culpas y armé sus valijas y sus cajas para que se fueran a vivir con su padre.  Sabía que no había amor del bueno detrás de su oferta, pero sentía que si algo grave me pasaba y volvíamos a quedarnos sin vivienda, mis hijos podrían terminar desparramados en el sistema de hogares del estado.  Con esa decisión, creí que se mantendrían unidos y no les faltaría techo, comida o escuela.

Al momento de la partida de mis hijos, yo ya tenía serias complicaciones con la endometriosis y las hemorragias y cólicos me dejaban en cama varios días.  El día que se fueron, sentí como mi cuerpo se desgarraba y la sensación física de las emociones que me inundaron en ese momento, fue que alguien me había abierto en dos y arrancado con la mano todos mis órganos, sin anestesia y sin compasión.

Mi salud empeoró, tuve anemia grave y periodos de amnesia.  Sobrevivía solo para reunir dinero para poder viajar y visitarlos, pero me sentía muerta en vida y totalmente derrotada.

Me mudé a Malargüe, una ciudad más al sur en la provincia de Mendoza, porque no soportaba caminar con sus recuerdos y la visión de su presencia por las calles de una ciudad que habíamos compartido junto a mis hijos.  Solo quería encontrar un lugar alejado donde nadie me conociera y poder morir físicamente.

La endometriosis avanzó, invadió varios órganos y mantener una vida sana y económicamente activa se hacía cada vez más difícil.

Comencé a estudiar sobre la enfermedad, a investigar tratamientos alternativos naturales, y sobre todo a reconocer las emociones que había detrás de todo ese desorden hormonal.

Me llevó casi diez años, encontrar un equilibrio y ordenar mi salud.  En el proceso, descubrí mi propio tratamiento natural y acepté que el único camino posible era a través de la aceptación y sanación del desorden emocional y de mi deseo constante de morir físicamente (que me acompañaba desde mi adolescencia).

Viví 13 años en Malargüe, al sur de Mendoza.  En el último año, fue cuando nacieron los Cuentos Terapéuticos y se comenzó a gestar La Posada de los Muertos.

Contarles esta parte de mi historia es necesario para establecer el contexto de Besos Amarillos.

Aún cuando a los 50 ya había comenzado con los síntomas de la menopausia, los dolores, y las hemorragias aparecían cada tanto y se complicaron con prolapso de los tres órganos pélvicos (recto, útero y vejiga).  Me mudé a San Juan, con la intención de buscar nuevos horizontes económicos, intentar recuperar el puente con mis dos hijos menores que vivían allí y hacer las paces con mi pasado y las heridas que continuaba portando como medallas de guerra.

Una noche tuve la visión de la curandera que sanaba mi útero, tal como la cuento al comenzar la historia.  Ya había descubierto que la restauración de los puentes con mis hijos, no dependía solo de mí.  El dolor emocional era muchas veces insoportable y las heridas y emociones de mis hijos me dolían como propias.  No llegué a comprar los tres muñecos, pero imaginé y sentí todo el camino como si fuera real.  Fue en ese momento que además de escribir la historia de Besos Amarillos, comencé a tejer la Manta de Soles.

Tejer la Manta de Soles me llevó varios años en los que aprendí a lidiar con mis culpas y mis frustraciones, y sobre todo en los que descubrí que tenía derecho a vivir y disfrutar la vida.  Ahora que hago memoria, cuando terminé de tejer la Manta de Soles, fue cuando completé la escritura del libro La Posada de los Muertos que habla sobre el suicidio y cierra un largo periodo de mi vida en el que siempre estaba buscando mi puerta de salida.

La elección del color amarillo para los elementos claves de la historia, se relaciona con el color de la campaña de concientización sobre la Endometriosis.  La historia está dedicada a todas las endo guerreras que acumulan en sus órganos femeninos y pélvicos los traumas y heridas no sanadas de sus vidas como mujeres y como madres.

Besos Amarillos es la tercera historia del libro Cuentos Terapéuticos Tomo I.  Junto con Doña Muerte, es una de las historias que más se ha compartido y ha sido valorada y compartida por terapeutas y psicólogas.

Puedes conocer más sobre Cuentos Terapéuticos Tomo I en un vídeo breve en formato Book Trailer. Está disponible en edición impresa artesanal, en formato Ebook y como parte de la Colección de libros digitales Vamos a Leer.

Puentes Rotos

Un viaje hacia el Divino Masculino

Para las mujeres sensibles que fuimos asediadas por depredadores, condicionadas por el entorno y ‘cazadas’ como brujas por nuestra intuición y nuestra magia, creemos, durante nuestra juventud que todas nuestras heridas son responsabilidad de los hombres que nos han tocado en suerte.  Nos creemos víctimas del patriarcado que inevitablemente se sostiene en partes iguales por hombres y por mujeres, aunque nos damos cuenta de eso, demasiado tarde.

Entonces, un día, nos cruzamos con una mujer sabia o leemos un libro como ‘Mujeres que corren con los lobos’, y decidimos que es hora de emprender nuestro viaje interior y recorrer el interminable camino hacia la sanación.

De algún modo, colectivamente, emprendemos una lucha contra el patriarcado, contra el sometimiento, contra el machismo, contra la violencia creciente, contra el sadismo, contra el abuso en todas sus formas y contra la manipulación en todos los ámbitos. Nos protegemos entre nosotras, formamos tribus, creamos grupos de terapias alternativas, consultamos a los oráculos, hacemos Reiki, organizamos talleres, escribimos libros, leemos libros, nos expresamos en las redes sociales, condenamos todo lo que nos ha dañado y sigue dañando a tantas y nos acurrucamos a la sombra del Divino Femenino.

Y aunque cambiemos de preferencias o nos aislemos en absoluta soledad por el resto de nuestra vida y ya no añoremos vivir en pareja, en romance y en amor; se nos quedan muchos hombres por el camino.  Seguimos relacionándonos con hijos, padre, tíos, primos, abuelos, compañeros de trabajo, vecinos, nietos, hermanos, el chofer de colectivo o el almacenero. 

Nos hemos ocupado de explorar nuestra psique, canalizar nuestras emociones, bailar con nuestra sombra, armonizar nuestros chakras, reparar nuestros Puentes internos y construir nuevos Puentes externos, y sanar las heridas de nuestra niña interior.

A medida que avanzamos en nuestro sendero de evolución, nuestras energías y nuestras vibraciones cambian, se sutilizan y cada vez, nos resulta más difícil, poder relacionarnos amorosamente con los hombres, sin despertar en ellos la ira guardada por generaciones.

Podemos sanar en espiral, elevar y expandir nuestro nivel de consciencia y podemos dejar el legado de sanación para otras mujeres de nuestra familia y nuestro círculo de afectos.  Pero no habrá forma de sanar y profundizar las relaciones humanas, mientras no acompañemos, guiemos y contengamos el camino de sanación de los hombres con quienes nos relacionamos en nuestra vida y podamos honrar y celebrar juntos el Divino Masculino.

¿Acaso no son ellos también víctimas del patriarcado, el machismo y la incapacidad para relacionarse desde la sensibilidad y la vulnerabilidad?

La mayoría de los hombres están enojados, con una ira que no entienden, con una frustración que los abruma, con un cambio de roles y paradigmas que no tuvieron tiempo de procesar y asimilar, con un mandato de sus pares que los obliga a condenar, atacar o ignorar a todas las Evas que los ‘obligaron’ a comer la manzana.

“Hay criminales que proclaman tan campantes ‘la maté porque era mía’, así no más, como si fuera cosa de sentido común y justo de toda justicia y derecho de propiedad privada, que hace al hombre dueño de la mujer. Pero ninguno, ninguno, ni el más macho de los supermachos tiene la valentía de confesar ‘la maté por miedo’, porque al fin y al cabo el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo”.Eduardo Galeano

Puede que llevemos la delantera, se nos dé más fácil aprender algo nuevo cada mes o adaptarnos a una realidad que cambia a velocidades pasmosas; puede que estemos mejor equipadas para lidiar con nuestras emociones, con nuestros miedos, con nuestras heridas y con los traumas de los que nadie habla.

Sin embargo, mientras más extendemos nuestras alas, mientras más sutil es nuestro vuelo, mientras más restablecemos la conexión con nuestra Mujer Salvaje (según el concepto de Clarissa Pínkola Estés) y mientras más libres somos; mayor es la distancia; la brecha entre nosotros y los hombres que nos rodean.

Para quien solo recorre su camino pedestre en la comodidad de convenciones ancestrales, un solo aleteo activa todas sus señales de alerta, remueve todos sus miedos y nos ubica en la mira de sus razonamientos y prejuicios carentes de compasión.

Podremos haber escapado de una relación de pareja tóxica, abusiva y violenta; haber aprendido a elegir bien (o no elegir), hacernos respetar y transitar el camino del amor propio.  Pero mientras más trabajemos en esa libertad, en esa manifestación mágica de la mujer maga, bruja o machi; mientras más expresemos nuestra voz, revelemos las verdades, desnudemos los disfraces y perfeccionemos nuestros radares; siempre habrá al menos un hombre en nuestro círculo (sino varios) que se encargará de traernos a tierra firme, de evitar que ejerzamos ese poder oculto que tanto los aterra.  Porque quien desconoce tiene miedo, y en el fondo, todo hombre agresivo, frustrado e incapaz de amar sanamente, es un niño roto, un niño dolido, un niño lastimado, un niño asustado y muchas veces, un niño abusado de una u otra forma.

“La misión de la mujer es enseñarle al hombre a amar.” – Abuela Margarita

Cuando comencé a escribir La Posada de los Muertos, sentí en mi corazón que uno de los personajes principales debería ser un hombre, un hombre padeciente.  Por ese entonces, me había sorprendido la cantidad de jóvenes (hombres) que se suicidaban en la ciudad donde vivía.  Siempre había creído que el suicidio era cosa de mujeres sensibles y con el corazón roto. A raíz de esa ‘epidemia’ local, comencé a prestar atención a cómo se comportaban los hombres y sus pares cuando sufrían, estaban deprimidos o se sentían incapaces de cumplir con los mandatos establecidos.  Por eso, el destino final de Pablo, en el libro, es muy importante, para dejar un legado a otros hombres que como él, las emociones los desbordan.

Siempre digo, que lo que no se vive en primera persona no se puede realmente comprender.  Si bien puedo entender o tratar de empatizar con los razonamientos y formas de sentir de los hombres que me rodean; soy mujer, y eso habla de energías, chakras, formas, sentimientos, sistemas hormonales y ciclos totalmente diferentes.

He tenido el honor de acompañar a algunos hombres jóvenes en Talleres Literarios, de Estimulación Creativa y Terapéuticos, pero no sé si estoy preparada para ofrecer un trabajo profundo con el Divino Masculino.

Mientras tanto, retomo la escritura de uno de mis libros pendientes, porque escribir es lo  que siempre he hecho.  Confío en que lo que escribo, llegue a quien Dios crea que lo necesite.

Susannah Lorenzo©

Tejedora de Puentes

Soledad Lorena©

Tejedora de Palabras

Para escuchar o seguir leyendo

Hombres Rotos

La Mujer Perdida

Sobre Desapariciones

Hombre Pez – Cuentos Terapéuticos Tomo I

La Posada de los Muertos

Lecturas para nuestro camino de sanación