La Libertad de Escribir

Cuando comencé a escribir, lo hacía porque las emociones se acumulaban en mi pecho como un caudal de agua presa tras los muros de un dique.  Las palabras calladas se convertían en esquirlas que dibujaban en el silencio heridas desconocidas.  Los secretos condenados desbordaban los rincones de un corazón que apenas aprendía a vivir y amar.

Escribía porque con las palabras podía ejercer una libertad que se me había quitado, porque en los versos podía mostrar el verdadero rostro de mi Alma.


¿Por qué durante gran parte de mi vida escribí solo Poesía?

Porque los poemas están tejidos con metáforas y recursos literarios que pocos comprenden.  Porque al leerlos, cada quien interpreta lo que puede: algunos, apenas la métrica y el ruido de las palabras; otros, la perfecta simetría del diseño sobre la hoja y solo unos pocos, apenas un par de iluminados, podrán sentir y vivir el poema en la epidermis de sus corazones.

Por mis venas fluía la tristeza toda de las mujeres que me precedieron, de las poetisas que sufrían el desamor como heroínas de la vida, de los mares de Alfonsina Storni, las rosas de Julia Prilutzky Farny y las alegrías robadas de una niña que fue acunada desde el luto y el llanto de las pérdidas que ganan a cualquier celebración.

Durante muchos años, escribí para alivianar el peso del dolor, para sembrar el océano con mensajes en botellas de cristal azulado, con la esperanza de que alguien al leerlos, atravesara continentes para encontrarme y rescatarme.

Estaba perdida.  Los poemas eran misivas, gritos de auxilio, aullidos de dolor, grafitis en el cielo o sentencias que condenaban mi amor y el desamor de otros.

Escribía poemas porque la poesía, como otras formas del arte, tiene la capacidad de crear belleza sublime con los despojos de un naufragio o las ruinas de una ciudad abandonada.

Durante poco más de cuatro décadas, escribir era el salvoconducto para sobrevivir en un mundo que me rodeaba de hostilidad e incomprensión.

Escribir poemas se había convertido en un lamento estéril que solo imploraba la misericordia de la muerte. 

Desde el lecho de una víctima durmiente, añoraba el beso que despertara mis labios y justificara mi dolor o la pócima que detuviera el latido para ya no sufrir.

Solo otros poetas podían descubrir tras los velos de la poesía, las verdades ahogadas, los deseos jamás susurrados y la intensidad de un amor que no encontraba su cauce.

No por nada, los grandes poetas de la historia han enarbolado banderas de revolución, disfrazadas en las estrofas de un poema.  La estrechez de mente y la cristalización de los corazones inhiben la capacidad de comprender plenamente el mensaje de un poema.

Aún así, como un cuadro, una escultura, una composición musical o una historia de ficción, un poema puede ser apreciado desde diferentes ángulos y la imagen final dependerá del cristal que filtra la mirada y de las emociones que habitan el corazón que lo percibe.

Cuando descubrí y acepté que no habría rescates, que la muerte aún no me llevaría, que nada ni nadie cambiaría allí afuera; que la hostilidad del entorno se alimentaba de mis inseguridades y culpas; que nadie podría amarme lo suficiente, mientras yo rechazara cada faceta de mi Ser que me impedía pertenecer y ser aceptada; entonces comprendí que la sanación solo es posible cuando uno es capaz de desnudarse frente al espejo y frente al papel.

Desde la desnudez del Alma y vulnerabilidad del corazón, aprendí que la prosa (los cuentos y las historias) dibujaba Puentes que podían ser transitados por quienes desconocían la belleza y la poesía en sus vidas, por quienes comenzaban a descubrir, como yo, su propio Sendero de Sanación.

Como dice el Maestro Jodorosky, el arte solo sirve cuando nos conecta con nuestras emociones y nos acompaña a sanar alguna herida.

Escribir Cuentos Terapéuticos y La Posada de los Muertos, fue una manera de bajar la guardia, simplificar el lenguaje y dejar de presumir mi capacidad para esgrimir metáforas que solo unos pocos podían comprender.

Escribir para guardar en cajones archivados los frutos de nuestra creación es apenas un gesto narcisista de quien se cree mejor que aquellos que no saben leer sus escritos.  Es como habitar una gran celda espejada, donde solo convivimos con el reflejo velado de nuestro ego, sin abrir jamás la puerta, sin dibujar una ventana, sin tener un puente, ni emprender un viaje.

Escribir para ser admirado por otros escritores o alabado por poetas contemporáneos, no es más que un intento adolescente por pertenecer y evitar el rechazo de quienes nos desconocen.

Escribir para ser aceptado por una editorial y escalar posiciones en una tabla de estadísticas, es buscar el reconocimiento y la validación de nuestros talentos en personas carentes de capacidad creativa, pero con suficiente habilidad y éxito económico para juzgar el arte literario desde cifras de venta y rédito monetario.


Emprender el camino de la Literatura Independiente es confiar en el poder y la magia de nuestras palabras, en nuestra capacidad para despertar corazones, inspirar Almas perdidas o acariciar alas adormecidas.

Susannah Lorenzo – Escritora Bilingüe y Terapeuta Holística

Una historia, un poema o un cuento escrito desde la vulnerabilidad, crean un espacio de intimidad y contención entre el lector y el escritor; generan un puente que no se mide en kilómetros ni cifras bancarias; dibujan cielos allí donde solo había techos de cemento; siembran mares donde el desierto reinaba y pueblan de luz los rincones olvidados de un corazón maltrecho.

Escribo para sanar y que cuando me leas, sanes.

Escribo para creer y que tú vuelvas a creer al leerme.

Escribo para sentir sin miedo, culpa o vergüenza; para que cuando me leas, te atrevas a sentir del mismo modo.

Escribo para crear, porque cuando creo, vivo, respiro y manifiesto mi latido; y así, mientras me lees, tu mente cree pasadizos, ventanas, puertas, muelles, mundos nuevos y viajes asombrosos.

A veces, escribo desde lo que Soy y Siento.  Otras veces escribo como mensajera que Dios elige para recordarnos su Amor y Sabiduría.

Siempre escribo como un ejercicio de Soberanía personal, como una práctica de meditación, como una manera de sembrar el buen Amor y multiplicar la Luz; pero por sobre todo, como una forma de cultivar la Paz interior.  Ya que solo desde la Paz interior, podemos sostener relaciones sanas con Dios, las personas que nos rodean y el mundo que habitamos.

Susannah Lorenzo© / Tejedora de Puentes

Soledad Lorena© / Tejedora de Palabras

Meherdeep Kaur© / Tejedora de Magia

Para conocer más:

Gloriosamente imperfecta, sagrada y hermosa

Alguna vez, una ‘amiga’ dejó de ser mi amiga por acusarme de ser bipolar.  No podía entender porque a veces tenía toda la energía del mundo y otras veces, era apenas un despojo de ser humano.

Hay demasiados factores que influyen en mi estado de ánimo y mis energías.

Soy PAS (persona altamente sensible) y las energías de las demás personas me afectan, pasan por mi cuerpo físico y energético.  El tiempo que tardo en transmutar y reciclar esas energías dependerá de la intensidad de la otra persona, pero también del estado en que yo me encuentre en ese momento.

Las personas que convivimos con enfermedades crónicas y dolor diario, amanecemos con cierta cantidad de energía disponible; tal como compartí en un Vlogmas, podemos tener una cuchara diminuta o una cuchara enorme para trabajar (The Spoon Theory).  Bastará una incomodidad por un órgano desplazado, una inflamación, un dolor de 15 en escala de 1 a 10 o un mal funcionamiento del metabolismo para que nuestro humor no sea el más propicio.

Entre las cosas mundanas, me pone de mal humor el calor intenso (sin comodidades para vivir y trabajar), la dieta pobre y escasa, la falta de elementos de higiene personal, la casa sucia y desordenada, los malos olores, los ruidos molestos (de otras personas) y la incapacidad de generar dinero por mí misma.

Sí, yo sé la teoría;  si nos sentimos bien, si vibramos alto, si estamos alegres y de buen humor, atraeremos situaciones, personas y milagros acordes con nuestra energía.

Pero, en verdad, no siempre se puede.  Hay días en los que el desgano, el malestar físico, el mal humor, el dolor crónico o las complicaciones de la vida cotidiana pueden más que nosotros y eso está bien.

Antes, me sobre exigía, me obligaba a estar bien inmediatamente, suprimiendo emociones que luego complicarían aún más mi salud y estallarían ante el menor desencadenante externo.

Ahora no.  Si estoy de mal humor, si estoy desanimada, si me siento exhausta, si no tengo ganas de nada; primero me doy permiso para sentir lo que siento.  No tiene sentido hacer algo por obligación, forzando una energía que no tengo porque  luego terminaré aún más abrumada y exhausta.

Mi mente y mi razón se ponen bravas y me recuerdan la lista de pendientes: los audios por editar, los vídeos por grabar, los libros por escribir, los proyectos por germinar, las semillas que debo atender, el cultivo que late bajo la oscuridad de la tierra y la esperanza que se resiste a aceptar una realidad que no cuadra con mis expectativas.

Soy transparente, no me sale fingir, ni el gesto, ni la actitud, ni el semblante ni el tono de la voz.

Entonces, hago silencio, me guardo, me espero, me busco, me encuentro, me acepto, me respeto, me amo; sí, me amo con errores, debilidades y falencias.


Luego un día, un pequeño milagro, una lluvia de abundancia, una buena comida, un apapacho en la distancia, me muestran el lado luminoso de la vida.  Entonces, recupero fuerzas físicas y emocionales.  Y así, simplemente, sin saber cuándo ni cómo, la magia regresa, la creatividad florece y me creo poderosa y talentosa.  Entonces, me miro al espejo, decido maquillarme para hacer un par de vídeos, hago una sesión de fotos y lo que veo en la pantalla me gusta.  Me gusta porque es sincero, genuino, transparente, real y coherente con lo que siento y eso, me da paz.

Venimos de una cultura donde se idolatra el talento y la perfección y se exige que el ganador (aquel que es capaz de hacer lo que nosotros no podemos hacer) se mantenga siempre en la cima sin desfallecer jamás.

Aún el mejor cantante un día se despierta sin voz u olvida la letra de la canción en una mala función.  El eximio bailarín puede tener un dolor de tobillo y no poder bailar como siempre.  Un escritor puede que no siempre escriba cosas tan buenas y algunos días no sepa siquiera qué escribir.

Será por eso que el que envejece y pierde su talento o su carisma, es condenado al olvido y será criticado por intentar hacer en su edad madura lo que hacía cuando era joven y pleno.

La vida, la naturaleza y el universo funcionan en base a ciclos, altos y bajos, mareas y fases lunares.  Nada que esté vivo permanece siempre inmutable.  Todo lo sagrado es imperfecto y asimétrico.  Todo lo profano es simétrico y ‘perfecto’.

Quien hace, se equivoca; quien camina, tropieza; quien lo intenta, puede fallar; quien se anima a la aventura lo hace de la mano de sus miedos y quien tiende la mano al que se cae, sabe que no será la última caída ni la última vez que esa persona necesite ayuda.


Cuando dejo que la lluvia, la tormenta y los huracanes hagan su trabajo en mi mente y mi corazón, la calma y el silencio que sobrevienen me devuelven la claridad necesaria para seguir adelante.  Porque ese vendaval es el que limpia el canal por donde el Amor y la Luz de Dios fluyen y me atraviesan.

En las provincias de Mendoza y San Juan, en Argentina, hay un sistema de irrigación para los árboles con cunetas entre las veredas y las calles.  Cunetas y canaletas suelen llenarse de hojas y otros residuos.  La gente no suele preocuparse mucho por su limpieza, porque son zonas desérticas.  Sin embargo, cuando una lluvia torrencial sorprende a los habitantes, las calles se inundan y comienzan las culpas: que si el gobierno, que si los vecinos, que si el municipio, que si los arquitectos, que si la planificación urbana… Inevitablemente las tormentas obligan a que alguien limpie los cauces, cunetas y canaletas de desagüe.  Entonces el agua puede fluir sin resistencia y sin causar daño.

De algún modo, los seres humanos, somos iguales.  Tenemos un sistema de drenaje, de canales y meridianos que nos permiten canalizar o no, nuestras emociones y energías.  A veces, habrá un desencadenante externo que nos hará sentir desbordados; otras veces, la acumulación de emociones desatendidas nos convertirá en un dique cuyo paredón ya no resiste una gota más.

Si crees que una persona que jamás muestra su vulnerabilidad y jamás falla, está haciendo bien su trabajo, estás viendo apenas una fachada, una imagen armada para que creas que alguien allí afuera es perfectamente profano y exitoso. Seguramente, estará dispuesto a ‘venderte’ una utopía a la que tú quisieras llegar algún día.

El Sendero del Alma es una espiral, que siempre, siempre, va hacia dentro y se sana en capas, en diferentes dimensiones y profundidades.  No hay un punto de llegada, una meta y una fiesta de graduación.  No hay una línea recta y un solo portal para trascender nuestras debilidades y vicios.

Hay pequeñas celebraciones, cuando nos miramos al espejo y descubrimos en nuestra mirada, un brillo que antes no estaba; cuando disfrutamos un hábito que antes nos resultaba tedioso; cuando respiramos y la paz que sentimos nos dibuja una sonrisa; cuando miramos atrás y ya no somos la misma persona que hace un año atrás; cuando podemos desnudar nuestros colores sin culpa ni vergüenza; cuando podemos Ser lo que somos, sin importar quien esté a nuestro lado; y sobre todo, cuando nuestra felicidad ya no depende de nada ni de nadie allí afuera, solo de nosotros mismos.

La vida es hoy.

Susannah Lorenzo