La prédica holística

prédica

De predicar.

1. f. Sermón o plática.

2. f. Perorata, discurso vehemente.

Por definición, ‘holístico’ es todo lo que considere al ser humano en forma integral: cuerpo, espíritu, alma, emociones, energía y mente.

La  Medicina Holística basa su filosofía en el nuevo paradigma, el paradigma de la interconexión de los seres que habitan el universo, concepción que no es nueva pues  ha venido siendo manejada por las medicinas ancestrales en Egipto, China, India y América, desde hace miles de años. Hoy gracias a los avances científicos, en la física, en la termodinámica en las neurociencias, en la psicoinmunoendococrinología y a los aportes de la psicología, la antropología y la ecología, muchos de los principios diagnósticos y terapéuticos de la  Medicina Holística  pueden  ser  explicados y cuantificados  de acuerdo a las exigencias del método científico.

Las terapias alternativas utilizadas en la medicina holística pueden ir desde cambios en el estilo de vida -dejar de fumar, cambios en la dieta, vida más activa- hasta utilizar métodos particulares como la homeopatía, la acupuntura, la hipnosis, la meditación o el yoga. En ocasiones aconsejan a sus pacientes la inclusión en grupos de apoyo y asesoramiento para diferentes causas.

Con la utilización de diferentes tratamientos que se ocupen del cuerpo, la mente y el alma, el paciente puede llegar a un estado de bienestar total, y no solo de la salud de una parte de su cuerpo. Esto se debe a que muchos médicos holísticos consideran que la mayoría de las enfermedades tienen una causa subyacente que a menudo no se trata mediante la medicina tradicional.

La medicina holística tiene sus raíces en tradiciones antiguas de curación. Fue promovida por personas como Platón o Sócrates, así como también por Hipócrates. Pero fue recién en 1926 cuando se acuñó el término holismo por Jan Christiaan Smuts, aunque el punto álgido de esta metodología se dio en la década de 1970.

La holística se basa en la capacidad de curarse uno mismo, fundamentada en la existencia de una energía vital u orden interno que gobierna los proceso del organismo. Un antiguo aforismo latino indica que “Medicus curat, natura sanat”, lo que significa que es la naturaleza del enfermo la que efectúa la verdadera curación, en tanto que el médico actúa dirigiendo, potenciando, entrenando o activando la fuerza curativa o capacidad regeneradora que posee todo organismo, e impidiendo las circunstancias que la menoscaben.

Fuente:

https://www.buenasalud.net

En estos últimos años, hay un uso y abuso de palabras como: holístico, luz, milagros, empoderamiento, autoestima, amor propio y sanación; ya sea por cuestiones de marketing, intereses económicos o como una moda propuesta a través de talleres, retiros, webinars y canales alternativos en plataformas de vídeo.

Están quienes usan el circo de la vestimenta, los accesorios, el mobiliario, la dieta y la vivienda ecológica, como una forma de atraer clientes, lectores o seguidores.

Están quienes realmente consideran al ser humano como un ser integral de alma, espíritu, cuerpo físico, cuerpo mental, cuerpo emocional y cuerpo energético y lo respetan y honran como tal.

En todos los ámbitos de la vida hay espejismos, máscaras y disfraces; para no dejarse embaucar por las apariencias, hay que estar atentos y confiar en nuestra intuición y sabiduría interna.

Tener un certificado de un curso o taller hecho un fin de semana, no significa Ser un Terapeuta Holístico.

Usar ropa hindú de colores claros y un par de japa malas, no significa Ser un Terapeuta Holístico.

Escribir libros sobre empoderamiento femenino, sanación del árbol genealógico, el Sendero de la Luz o autoestima, no significa que el autor respete el empoderamiento de otras personas o transite el camino desde y en la Luz.

Predicar sobre un valor o un concepto, no significa nada, a menos que se Viva plenamente de acuerdo a ese valor y a ese concepto, en todos los momentos y ámbitos de nuestra vida.

No creas todo lo que lees, todo lo que escuchas o todo lo que ves.  Si quieres saber si una persona es coherente con su prédica, observa atentamente su estilo de vida, cómo trata a otras personas, cómo se desenvuelve en momentos difíciles y cómo se relaciona con sus clientes, proveedores, colegas y hasta con el empleado de una tienda.

Confieso, suelo bajar la guardia con personas que aparentan compartir la misma misión de mi alma, con otros terapeutas holísticos o con escritores que se ocupan de la sanación emocional y energética.

Me ha sucedido varias veces, tener intercambios profesionales desagradables con terapeutas holísticos o escritores new age que no valoran mi trabajo como traductora, escritora creativa o creadora de contenidos para redes sociales.  Reconozco que algunas veces he aceptado realizar trabajos mal pagos como una forma de ‘ayudar’ a la otra persona y como una forma de no quedarme con las manos vacías.  Sin embargo, justamente alguien que trabaja con energías y conoce de las leyes universales, debería saber que no es justo ni respetuoso, menospreciar económicamente el valor del trabajo de otra persona.  Un intercambio desequilibrado a nivel energético (el dinero es una energía), produce una deuda kármica derivada de un ‘tomar más de lo que se da’, de forma deliberada.

Alguna vez, alguien me enseñó una lección que en ese momento me pareció cruel, pero que tiene mucho sentido: si no puedes pagarlo, no es para ti o no sientes interiormente que lo mereces; si no quieres pagar el valor que algo tiene, no es para ti o no mereces lo que recibirías a cambio.

¿De quién es la culpa?  ¿De quién no valora nuestro trabajo o de nosotros que nos sentimos mal o inseguros por poner en valor nuestro trabajo?

Realizar un trabajo mal pago, nos desmotiva, nos obliga a hacer algo de mala gana, nos desgasta energéticamente y nos conecta con las intenciones mezquinas de nuestro cliente que aceptamos resignadamente.  A más de uno nos ha sucedido: cobrar algo más barato, porque la necesidad tiene cara de hereje, y después llenarnos de frustración y bronca, cuando nuestro cliente sube fotos a las redes sociales de sus paseos de fin de semana o su viaje al extranjero, mientras nosotros apenas si pagamos la comida de cada día.

A veces, cobramos de menos, creyendo que ese cliente nos recomendará, llegará más trabajo o escribirá sobre nosotros en las redes sociales.  Si no valora nuestro trabajo desde un primer momento, será difícil que se tome el tiempo de hacer una buena recomendación en las redes sociales; y si nos recomienda entre sus conocidos, seguramente pondrá el énfasis en lo barato que es nuestro servicio.

Otras veces, aceptamos un mal pago y una desvalorización de nuestro trabajo, porque tenemos pánico al vacío: la agenda vacía, la cuenta del banco vacía o la heladera vacía.  Sin embargo, mantener la agenda ocupada desde un sentimiento de frustración, culpa, carencia y baja autoestima, no atraerá la abundancia a nuestra vida, ni tampoco a los clientes que valoren nuestro trabajo.  Estaremos vibrando en un círculo vicioso de energía negativa, de valorarnos poco y aceptar que nos valoren poco, entonces, nada será diferente a nuestro alrededor.

Animarse al vacío, mientras acomodamos nuestra escala de valores y prioridades, es una forma de sostener el cuenco para que se llene de todo aquello que esperamos y de recibir grandezas. 

Cuando transitamos ‘malas rachas’, épocas de poco trabajo y mucha incertidumbre, solemos buscar soluciones desesperadamente, sintiendo pena por nosotros mismos y haciendo que otras personas sientan lástima por nosotros también.  Desde esa pena o lástima, muchas personas suelen ofrecer una ‘ayuda’ disfrazada de trabajo mal pago, lo cual convierte la ayuda en un abuso del poder económico y lo convierte en violencia encubierta.

Si de verdad quieres ayudar a alguien, haz un regalo, una donación o una contribución amorosa.  Si quieres ofrecerle un trabajo pago, que sea algo acorde a su capacidad y su talento y al valor que tiene ese trabajo.  Ofrecerle a alguien unas monedas, para pagarle un trabajo especializado y profesional, pagándole como si fuera un sirviente que limpia tus pisos, no es ayuda, no te hace samaritano ni solidario; no te convierte en un ser de luz que hace su obra buena del día.  Por el contrario, te convierte en un ser oscuro que se aprovecha de la necesidad de otra persona, para obtener algo de mucho valor, por apenas unos centavos.

La palabra usura proviene del latín, compuesto por el vocablo usus que indica “derecho de uso” y el sufijo –sura que expresa un tipo de actividad. En este sentido, usura significaba el cobro por el derecho de usar algo que le pertenece, en general, dinero.

A los que practican la usura se le llaman usureros. En este sentido, la usura es considerada una actitud inmoral, ya que, se aprovecha de aquellos que puede para su propio beneficio.

La práctica de la usura afecta a los más vulnerables y se vuelve un problema social, por lo tanto, ético. De esta manera, se crean leyes contra la usura para frenar las ambiciones de lucro a costa de abusos.

En el sentido bíblico, se menciona la usura en el libro de Éxodos como una actitud inmoral de logreros, aquellos que buscan lucrar de cualquier forma o modo. La usura se asocia a la avaricia, uno de los pecados capitales del cristianismo.

Fuente: Significados.com

Los usureros existen porque existen personas vulnerables, sumidas en la desesperación e incapaces de hacer valer sus derechos.

Susannah Lorenzo / Tejedora de Puentes

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